jueves, 24 de abril de 2008

sincericidio I

Sinceremos, a mí me gusta mi trabajo. Yo lo elegí. Sí. Mi sueldo es genial. Estoy en blanco en el Estado. Genial. Que no se mal interprete. Acá aprendo un montón, cosas de las cuales la UBA se ha ido olvidando de incluir en los programas.
Pero, y de ahí que yo también pueda subir cosas a este blog, yo tengo una vida a demás de las oficinas color burocracia.
Tengo una militancia a la que le doy, prácticamente, mi vida; una revista que quiero con el alma; por lo menos una hora y media de yoga a la semana, sino, mi espalda se jubila; una familia enorme; una compañera con la que quiero pasar todas las noches de mi vida; amigxs con vidas complejas y a quienes les dedico todos mis oídos.
Y, a demás, soy estudiante universitaria.
Como se imaginarán, no es que en Parque Chas el tiempo no es gregoriano y se hace un chicle enorme. Una duerme, siempre, unas horitas menos de lo que le gustaría. Y, en general, una se queda dormida. Entonces, hace lo propio: desayuna en la oficina.
Sin embargo, es infalible: cada día que llego al despacho a las 9 hay mensajes en el contestador, la gente de maestranza se desespera por entrar a limpiar (no, señora, no, a mí no me molesta la miguita en el piso a las 9, a las 9:15 pretendo que haya más miguitas) y varios papeles con los que algo voy a tener que hacer.
Decido ignorar todo por cinco minutos y hacer mate. Clavado que en ese minuto en el que cargo el termo y prendo la computadora, llama alguien.
Alguien que (como la maquinaria estatal también fue vaciada con los milicos y Menem) llega a estas oficinas buscando trabajadorxs sociales, y claro, se encuentran con legisladorxs que no pueden satisfacer sus necesidades básicas.
Entonces, el lunes va a volver a llamar esta gente y yo voy a volver a darles el número de un grupo de asistentxs sociales y van a volver a decirme "no, son todas monjas viejas, esas" y yo, encima de que no voy a poder terminar mi desayuno, sí, sí, sí, voy a sentir culpa.
No, gente, yo entiendo el vaciamiento, las ganas de laburar, la neurosis que nos impide vivir si hay una miguita en el piso, pero ahora, justo ahora, no: estoy desayunando (que, como dice mi abuela, es la comida más importante del día y las bobes son sagradas).

2 comentarios:

MM dijo...

A mí las secretarias me calientan.

Muy buenas historias!

Saludos

Anónimo dijo...

me rei mucho, muchisimo!
a ver cuando tu trabajo te deja respirar y te venis a tomar un cafe con una amiga?

te quiero
ani