viernes, 2 de mayo de 2008

Gente que desata instintos asesinos

Imaginense sentados detrás del escritorio, una tranquila tarde de abril. Supongamos que son cerca de las cuatro de la tarde, y el "horario de oficina" se está haciendo tedioso y cansador, aún con una taza de café al lado, pero una está de buen humor, así que lo tolera.
Ahora, en este panorama que podríamos llamar amigable, introduzcamos dos teléfonos. Dos teléfonos con su respectiva línea cada uno. Dos teléfonos que no paran de sonar. El escenario se vuelve ligeramente hostil.
Ahora supongamos que ese escritorio donde nosotros pasamos la tarde pertenece a una sala de espera, en un consultorio. Y que, además, llega gente.
Entonces tenemos: un escritorio con nosotros atrás (y la consabida cara de recepcionista simpática y boba), dos teléfonos que suenan, un timbre que hace lo propio y gente que llega y quiere que una le tome los datos ya... como si no supieran que el doctor siempre, siempre, se atrasa mínimo una hora, y que por más que no anote edad-obra socia-teléfono no puede acelerar las agujas del reloj y hacerlos pasar antes.
Pero milagrosamente todo sigue tranquilo. Ninguna vieja olvidó su carnet, ninguna señora prepotente se quejó por la demora, el café está caliente. Todo parece avanzar sobre ruedas con una especie de viento en popa muy inusual pero muy grato.

Claro. Demasiado bueno para ser verdad. Una tarde de trabajo en paz no puede durar mucho.
Suena el timbre y entra Ella. Ella, la típica paciente mal humorada. Su cara lo dice todo. Es mala. Mala. Su mirada es asesina.
Pone su carnet y su orden encima del escritorio y nos mira desafiante. No le gusta perder un segundo de su valioso (?) tiempo.
Una mira el papelito y -por suerte- todo está en regla. Pasamos la credencial por el posnet (para los desentendidos, el posnet es una aparato del demonio, destinado a arruinar la vida de la secretaria: consta de un rollo de papel que se imprime cuando una ingresa ciertos códigos, pero casi nunca funciona.. mucho papel, o demasiado poco, hace que la tinta se agolpe en un solo sector, o no funciona, porque -sí sí, funciona vía telefónica- hay algún problema en la línea, etc) sacamos el papelucho impreso con tinta violeta tipo hematoma y le pedimos a Ella una firma.
Agarra la birome y nos mira, un poco enojada. Su personalidad prepotente no tolera estos simples trámites.
Y se desata el huracán:

yo: -Y tengo que cobrarte tres pesos...
(Ella salta como si le hubiesen pinchado el culo con un cactus)

Ella: -¿Cómo tres pesos?

yo: (con paciencia, al menos por ahora) -sí, este plan de tu obra social tiene un coseguro de tres pesos por sesión.

Ella: -No, es mentira (sí, tiene el tupé de tratarnos de mentirosas). A mi en la obra social no me dijeron nada de eso.

yo (todavía calma): -deben haberse olvidado, todos los pacientes pagan tres pesos cada vez que vienen, menos el plan platino. Vos no tenés plan platino (en esta fase, una da información inútil, que la persona que está en frente ya conoce, pero olvida o finge olvidar, con la esperanza de llegar a un acuerdo de modo pacífico; error: Ella jamás se rinde).

Ella (con toda su prepotencia a flor de piel): - A ver, mostrame un papel donde diga que tengo que pagar.

A estas alturas el ruido del teléfono está por producirme una úlcera, entraron ocho personas más que quieren que una le tome los datos y saben que las obras sociales tienen métodos ocultos que ellos desconocen y no les importa pagar tres pesos, pero que sí odian tener que esperar parados porque una idiota adelante se niega a lo innegable.
Eso, sin contar la pérdida de tiempo que es para mi agarrar la carpeta tamaño mamut que está en la repisa de la derecha y buscar esa lista, hecha a puño y letra por la Licenciada, donde explica qué hay que hacer con cada obra social, cuánto pagan por sesión y cada trámite burocrático uno por uno.

Le acerco, entonces, el libraco lleno de folios y le muestro el papel, donde dice cuánto paga cada obra social y cada detalle concerniente al caso.
Una cree que el problema se va a resolver en ese momento. No. Ella no se cansa tan fácilmente.
Que ese papel lo escribimos nosotras. Que cómo sabe ella que no es un invento nuestro para sacarle plata. Ella quiere ver un papel DE-VER-DAD.
Lógicamente una no maneja ese tipo de documentos, que son guardados quien sabe dónde, porque nadie los usa jamás, quedan archivados como testimonio de algún contrato armado con la gerencia de vaya una a saber que empresa, y ahora es inútil salvo como registro.
Lúcidamente, recuerdo que esa prepaga me mandó un mail ayer con eso valores. Intuyendo que va a ser inútil, pero sin perder del todo las esperanzas, abro la casilla del consultorio, busco el famoso correo y le muestro.
Tampoco. ¿No veo yo, pequeña sanguijuela descerebrada, que eso pude haberlo mandado yo para hacerle creer a Ella que tengo razón?

(Recordemos que en todo este larguísimo tiempo los teléfonos no pararon de sonar, y la gente no paró de entrar. O sea que después de media hora de discusión con Ella, llevo acumulados unos veinte mensajes que voy a tener que responder no sé cuando, y diez personas esperando impacientes)

Agotados todos los recursos, me dirijo al consultorio del fondo y le ruego a mi jefa que trate ella con semejante bicharraco.
Después de una larga charla (Ella no se contenta con hacerme perder el tiempo a mi, tiene que abarcar en su vorágine a quien sea que ose cruzarse en su camino) accede, enfurruñada, a pagar los mugrosos tres pesos.
Pero antes de irse me recuerda: -Mirá que quiero un recibo, eh.
Mientras escupe veneno por los ojos.












Otro día, más anécdotas sobre el tratamiento de este tipo de persona.

5 comentarios:

матiаs dijo...

Que delirio, la verdad que te compadezco, me imagino lo que habrá sido la señora, mala, muy mala, con cara de loca, muy loca, odiosa, muy odiosa. Que locura!!! debería ser declarado trabajo insalubre con horario reducido y paga extra el de atención al publico.

Saludos

Matías

Anónimo dijo...

Demasiada paciencia.
Deberías haberle dicho "Si, como no, sea tan amable de esperar que voy por el contrato!". Acto seguido recalentas tu café (que a esas alturas debió estar frío, volvés con ese mail que te llegó a la mañana explicando los beneficios del feng shui, se lo depositas en tu escritorio y cuando baja vista para leerlo, le tirás el café caliente a los ojos.

Anónimo dijo...

poooooooooooobre señora
pero si está enferma!

jajajajajaa

mucho gusto, y
saludos

Fucs dijo...

a esas viejas las odio, te compadezco, a veces dan ganas de matarlas...despiertan en mi los peores sentimientos y me sacan toda la paciencia que puedo llegar a tener.

Saludos

Fucs

Fucs dijo...

Hoy una en mi rubro me hizo imprimir un plano mas de 5 veces porque no salian las puntas, cuestion que le digo "señora no le puso las puntas" y asi como 2 horas como con el tema de el "martes y el jueves si, los demas dias no"